martes, 29 de junio de 2010

La Sangre te ahoga...


Por Mario Andrés Aquino López
El 27 de julio de 1894 se presentó en la Convención Francesa Robespierre y fue recibido con los gritos de "el tirano".
Tres veces intentó dominar la tormenta, asiéndose, nervioso a la tribuna. Pero su voz no pudo dominar el tumulto. "Te ahoga la sangre de Dantón", le gritaron.
La Convención, en forma unánime, presentó acusaciones en contra suya y de Saint-Just. Ambos se refugiaron en el Ayuntamiento, donde fueron detenidos.
Hoy, 28 de junio de 2010 tras la muerte de Rodolfo Torre Cantú, podemos decirle a ese sanguinario perseguidor “justiciero”:
“La sangre de Torre Cantú, y de los más de 24,000 inocentes muertos en tu guerra, te ahoga, Calderón” por eso no te atreviste a venir a dar una explicación de tu incompetencia que nos ha costado tanta sangre.
Hemos llamado muchas veces la atención que el camino de la violencia no es lo idóneo para acabar con ella, porque la violencia engendra violencia y la injusticia prohíja injusticia, que las ejecuciones fuera de la ley aún y cuando sean peligrosos delincuentes no sirve más que para mitigar el miedo y la sed de venganza.
Lo que necesitamos es que retorne el Estado de Derecho, en toda su extensión y que sea quien sea el que cometa delitos sea juzgado de acuerdo con las leyes previamente establecidas.
Es innecesario y deshonesto tomar como bandera la muerte de un hombre bueno.
De lo que estamos hartos los tamaulipecos es de tanta violencia, y todos recordamos que todo empezó con su gobierno, y pensamos que puede ser casual, pero bastante sospechoso.
Cuando cosas como ésta que hemos narrado suceden, estamos de frente a un Estado fallido, sin duda alguna.
Hemos llamado la atención de los medios de comunicación, desde 2008 cuando balearon a la esposa del Sr. Gobernador de Tamaulipas, que las cosas hay que decirlas, no es necesario esperar que 2 años después sea el propio Gobernador el que confiese que sí es verdad que sucedieron tales hechos poniendo en entredicho la credibilidad de todos los medios que no lo publicaron.
Quien esto escribe no calló en 2008 y considera que callar nos convierte en cómplices de los delincuentes sin uniforme y con uniforme, sin credencial y con credencial, sin cargos públicos y con ellos, pero un día Robespierre Calderón sediento de sangre y su títere Gómez Mont Saint-Just, serán juzgados como se merecen, y castigados de acuerdo con la ley, porque la venganza no es algo que pudiera traer algo bueno a la sociedad o a la familia de tantos niños inocentes, tantas mujeres violadas, torturadas y asesinadas, tantos hombre sujetos a bajezas y luego ejecutados.
Lo que queremos es JUSTICIA, con mayúsculas.
Mientras tanto, he de decir en abono del recuerdo del Dr., Rodolfo Torre Cantú que el valor que mostró y le costó la vida, no será saldado sólo con honores, requiere Justicia ejemplar de esa que sólo puede proveer la Democracia en plenitud.
Parafraseando a Pericles, podemos decir de las víctimas que hoy despedimos:
Por un lado, el amigo a quien le son familiares algunos hechos de la vida de estos muertos puede pensar que varios aspectos no han sido destacados con la dedicación que desea y que sabe que merecen.
Por otro, aquél que no los ha conocido puede sospechar por envidia, que hay exageración, cuando escucha mencionar virtudes que están por encima de su propia naturaleza.
(Porque los hombres aceptan que se enaltezca a otros en tanto en cuanto ellos se puedan persuadir que las mismas acciones recordadas las podrían haber vivido ellos mismos como protagonistas. Cuando ese límite se traspasa, surge la envidia y con ella la incredulidad)
Sin embargo, como nuestros antecesores han establecido esta costumbre y la han aprobado, la obediencia a la ley pasa a constituir para mí un deber.
Tendría que comenzar con nuestros antepasados. Es tan adecuado como prudente, que ellos reciban el honor de ser mencionados en primer lugar, en una ocasión como la de ahora,
Ellos vivieron en esta comarca sin interrupción de generación en generación; y nos la entregaron LIBRE como resultado de su bravura. Y si nuestros antepasados más lejanos merecen alabanza, mucho más son merecedores de ella nuestros padres directos.
Ellos sumaron a nuestra herencia lo que hoy poseemos y no escatimaron esfuerzo alguno para transmitir esa adquisición a la generación presente.
¿Cuál es la forma de gobierno que permitió volver más evidente nuestra grandeza? ¿Cuáles los hábitos nacionales a partir de los cuales ella se originó? éstos son los problemas máximos que debemos dejar en claro, antes de proseguir con el panegírico de todos estos muertos.
Nuestra constitución no copia leyes de los estados vecinos. Más bien somos patrón de referencia para los demás, en lugar de ser imitadores de otros. Su gestión favorece a la pluralidad en lugar de preferir a unos pocos. De ahí que la llamamos democracia.
Porque discrepamos que en México haya una Democracia, vemos con tristeza que donde no existe la ambición de participar en esos deberes, considerados inútiles, si no somos capaces de juzgar los acontecimientos, tampoco seremos capaces de dirigirlos.
En lugar de considerar a la discusión como una piedra que nos hace tropezar en nuestro camino a la acción, pensamos que es preliminar a cualquier decisión sabia.
La ley garantiza la justicia a todos el progreso en la vida pública se vuelca en favor de los que exhiben el prestigio de la capacidad. Las consideraciones de clase no pueden interferir con el mérito.
Aún más, la pobreza, no es óbice para el ascenso. Si un ciudadano es útil para servir al estado, no debe ser obstáculo la oscuridad de su condición.
Lo que se haga opuesto a la ley, nos cuidamos muy bien de no permitirlo a nosotros mismos, y señalarlo exhibiendo esas miradas críticas que sin duda resultan molestas.
Pero esta liberalidad es parte de la Democracia porque nos educamos en la obediencia de los magistrados y de las leyes.
El estado ofrece aquí una recompensa de valía como guirnalda de victoria para esta raza de bravos, en especial por éste prohombre, recompensándola con un país de valores, de justicia, de democracia y de paz, porque allí donde la recompensa al mérito es máxima, allí se encuentran los mejores ciudadanos.
Finalmente, y terminando las lamentaciones por sus parientes, podéis vosotros partir a construir una patria que aprenda de su pasado, que se quede con lo mejor y deseche lo que le lesiona, le estorba y le degrada.
¡Que así sea!

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