sábado, 14 de noviembre de 2009

tlaltelolco


AUTORITARISMO, INTOLERANCIA Y ¿MATANZA INÚTIL?

Por Mario Andrés Aquino López

Aquel 2 de octubre de 1968, a un paso de la celebración de los Juegos Olímpicos en México, había nubes de tormenta política en el Olimpo Azteca,el Tlatoani (gran señor) del Hueialtepetl (señorío), en vez de tacto político demostró un gran desprecio por el movimiento estudiantil acusándolo de izquierdista y traidor a la patria.

Consecuentemente, sus conceptos se tradujeron en acciones represivas, usando tal como se usa ahora, al ejército mexicano en forma por demás ilegal y además abusando de la institución y de su jefe Marcelino García Barragán que dejó su testimonio así como el comandante del “batallón Olimpia” encargado de ejecutar el plan a espaldas de García Barragán no obstante que éste les había ordenado que no quería muertos como el propio Ernesto Gutiérrez Gómez Tagle deja para la posteridad en un manuscrito publicado por la revista “Proceso”.

Se dice y no sin razón que del edificio “Chihuahua” los miembros del “Batallón Olimpia” todos ellos de la Guardia Presidencial, dispararon hacia los soldados y mataron a varios, al mismo tiempo que caían los estudiantes.

En medio de esa escena dantesca cada uno corría para donde podía, pero como estaban copados por dos flancos sólo podían hacerlo hacia las ruinas aztecas que se encuentran en la Plaza de las Tres culturas donde ocurrieron los hechos.

En esas ruinas alcanzó a saltar un amigo mío del cual sólo recuerdo su apellido: Carreto, a quien capturaron, lo interrogaron en el Campo Militar número Uno y lo liberaron gracias a una credencial que lo acreditaba como obrero, así como su edad que pasaba los cuarenta años.

Esa misma noche luego de caminar por toda la ciudad llegó a la oficina del Sindicato de La Industria Textil donde lo esperábamos ansiosos de saber la versión de un testigo presencial.

Palabras más o menos, narró lo que ya es bien sabido, el helicóptero, las bengalas, los guantes blancos, los disparos de armas de fuego que primero se hicieron desde los edificios, el “Chihuahua” sobre todo, hacia la multitud y algunos alcanzaron a los soldados que avanzaron haciendo fuego hacia arriba y al frente encerrando en una media luna a los manifestantes que caían heridos o muertos, nos dijo Carreto que a algunos los habían rematado ya en el suelo y por lo que pudo escuchar en el Campo Militar número Uno, los sujetaron a torturas.

A estas alturas se preguntarán ¿por qué no estuvo ahí quien esto escribe? La respuesta es sencilla, salimos tarde de un recuento de votos en una huelga camionera y tomé un taxi hacia la Plaza con la intención de escuchar lo que habrían de decir los compañeros dirigentes estudiantiles.

Unas diez cuadras antes estaba una valla de soldados, rápidamente le dije al chofer que dijera que iba hacia calzada de Tlalpan a un número inventado de prisa, al llegar los soldados nos separaron y nos hicieron varias preguntas, obviamente no me identifiqué como estudiante sino como trabajador de un Sindicato para lo cual mostré una credencial, respondí lo acordado acerca del lugar donde me dirigía y como las versiones de ambos coincidían nos dejaron ir señalándonos el camino que deberíamos seguir.

De ahí al Sindicato y a esperar, en momentos en que los minutos se volvían largos y corta la expectativa mientras más pasaba el tiempo, de que Carreto estuviera con vida; todos sabíamos que iba a ir al mitin porque ahí lo iba a encontrar.

Al fin llegó y nos narró lo que tengo dicho, todos callamos consternados, jamás pensamos que la intolerancia y el autoritarismo de Díaz Ordaz llegaran a tanto, nos abstuvimos de usar el teléfono y nos retiramos cuando salía el sol, al regresar en la noche encontramos la oficina sindical con la puerta forzada y los papeles revueltos como si hubieran buscado algo que obviamente no encontraron, porque de haberlo hecho nos hubieran esperado y encarcelado.

A 40 años de la tragedia, como testigo indirecto, como participante del movimiento, veo que México “camina hacia la derecha” para parafrasear a Lombardo Toledano que decía lo opuesto.

Siguen los casos de desaparecidos políticos, ahora no acusan a alguien de rojillo, por el contrario, hoy el disidente es seguramente narco-terrorista y con pruebas o sin ellas en una parodia de juicio lo encierran en prisión y tiran la llave.

Me pregunto hoy ¿sirvió de algo la sangre de cientos de jóvenes ofrecida al sangriento Huitzilopoztli Díaz Ordaz? Quien por cierto murió con la idea equivocada que había hecho lo correcto y que había salvado a México del perncioso comunismo.

Como hoy está convencido Felipe de Jesús que todo está muy bien y que los crímenes del pasado 15 de septiembre fueron causados por narcoterroristas.

México parece un perro que quiere morderse la cola y da vueltas alrededor de su eje cometiendo miles de veces los mismos errores, no obstante eso, espero que, como dijo Juárez: “nuestros hijos más valientes y más patriotas, puedan reivindicar el derecho de los mexicanos…”

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