Ridícula presencia de su hermano con sombrero y pantalones jean’s
Por Mario Andrés Aquino López
Con su amañada definición política sobre los problemas torales del Municipio, su precario compromiso de defender a las mayorías y sí a pequeños grupos de privilegiados que se circunscriben en el ámbito de sus familiares y amigos, el Presidente Erick Silva en quien tantas esperanzas se pusieron, ha rendido su primer informe con más deseos de ser visto y alabado que con la pretensión de informar.
Por ejemplo, en los momentos de angustia y desconcierto no se ha escuchado la voz del presidente defendiendo a la población civil o a su policía, no se ha elevado a la altura de los grandes e inveterados problemas que padecemos, ha querido lucirse pero hasta en eso se quedó en el intento, parece que el pueblo se equivocó al darle su voto porque esa grandeza humana como líder político y como individuo, que le adjudicamos en su momento, no la tiene ni la ha tenido, no está ni estará a la altura que se esperaría de un verdadero defensor y conductor del pueblo.
Aparte de la pequeñez que ha mostrado, de ese afán de parecerse políticamente más a Hitler que a un líder demócrata, ha caído en el auto engaño de una ceremonia falsa y frívola, de modo tal que nos ha demostrado que es cierto lo que dice el articulista Carlos Montemayor:
“En otro México, o en otras épocas de un México que no ha cambiado tanto como creemos o quisiéramos creer, el Informe presidencial constituía un ritual político de relevancia por diversos motivos. Al margen de lo estipulado por ley como obligación del Ejecutivo federal, rendir cuentas de su gestión de gobierno al país, el Informe revestía al poder omnímodo de los antiguos presidentes de un halo de vida republicana: en apariencia, ceremoniosamente, el presidente descendía de la excelsitud de su trono imperial y aceptaba rendir cuentas a los representantes del pueblo.”
Asegura Montemayor que ese pasado no está tan remoto como creemos, porque se siguen celebrando “informes” que constituyen una ceremonia política llamada republicana, pero ajena a la realidad republicana.
Pero ese incienso que las plumas más prominentes del Estado y la localidad queman a su Alteza Serenísima: Erick Silva Santos, no es de ninguna manera gratuito; los columnistas traídos de la capital por el Secretario Particular y los que acompañan al representante del Gobernador, cuestan y mucho.
Empieza todo con las habitaciones y la alimentación para seguir con las “atenciones” de rigor que no pueden ser mediocres o nimias, para que sea posible que las páginas editoriales y los espacios electrónicos escurran miel y se deshagan en alabanzas hacia el pro hombre.
Si bien es cierto que como asegura Aurora Berdejo: “con el PAN terminó un siglo de tradición de informes presidenciales, es cuando se pierde la tradición de lo que en muchas ocasiones llegó a ser, para diversos analistas, una ceremonia precedida de una gran parafernalia.”
Hoy, a principios del siglo XXI en este rincón de la Patria, un ensoberbecido Erick Silva sube al pódium con los adelantos tecnológicos dignos de un monarca, para recitar un auto elogio sobre unos resultados que no se ven más allá de unas cuadras, habla de avances que no existen y de seguridad de la que carecemos.
Hoy, como un digno emisario del pasado, Erick Silva ha rendido un informe gris, lleno de medias verdades y mentiras enteras, luciendo su poder que debería usar para servir.
Mas le vale a Erick Silva tomar una actitud más humilde, deshacerse de sus “asesores” y humildemente ponerse a trabajar con el pueblo y para el pueblo, sin demagogias ni caminatas que no conducen a ninguna parte, controlar a su hermano incómodo, dejar a sus padres que sigan su vida anónima y tomar de verdad el liderazgo, en otras palabras: Ser un líder, no un tirano.
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