sábado, 31 de enero de 2009

El árbol y la ráfaga de brisa

Por Mario Andrés Aquino López.

Érase una vez un viejo árbol que se encontraba alejado y solitario a la orilla de un jardín, muy lejos de ahí, había una ráfaga de brisa fresca, joven, bella, que corría de aquí hacia allá.
Se metía entre los zarzales que le lastimaban con sus espinas, corría presurosa por los pantanos que la llenaban de malos olores y se mecía de un árbol a otro sin encontrar uno que le resultara satisfactorio.
Así, yendo y viniendo, un día de casualidad, siguiendo otros vientos, dejándose llevar, vio a los lejos a aquel árbol añoso, por curiosidad se acercó, dio vueltas a su derredor, observó el viejo tronco, sus ramas añejas, pero observó que tenía hojas verdes y frescas, y flores blancas.-
¿Quién eres tú? Preguntó el árbol.- Soy una ráfaga de viento. Respondió.- Te ves cansada y lastimada, ¿quieres descansar en mis ramas?- Un poco desconfiada la ráfaga dijo: Bueno...
Recorrió suavemente el tronco del árbol, subió hasta sus ramas, sintió la suavidad de sus hojas y el perfume de sus flores.
¡Ah! Dijo, que bien sé esta aquí, me siento bien, no hay espinas que me lastimen, tus hojas me refrescan y tus flores me perfuman quitándome el hedor del pantano.- ¡Me alegro! Porque tú me refrescas, siento que mi savia corre otra vez por todo mi tronco y mis ramas. ¡Mira! Mis flores son más grandes y más bellas.- ¡Ah! Dijo la ráfaga de viento, es verdad, lástima que no pueda quedarme, sabes, yo soy una ráfaga de viento, y nosotras viajamos constantemente, llevamos la vida, el polen de las flores que necesitan para multiplicarse, limpiamos el ambiente y damos nueva vida a todo.¡Que lástima! Me gustaría que te quedaras toda la vida. Dijo el árbol.- Pero me tengo que ir.
Diciendo esto, se levantó orgullosa de su vitalidad y belleza y se fue, recorrió caminos polvorientos llenándose de partículas del camino, fue al desierto y las arenas le quemaban, encontró otros árboles y trató de limpiarse con ellos como con aquel árbol, pero en ninguno encontró la paz, la tranquilidad y la suavidad que hallaba en su árbol.
Decepcionada pero decidida a encontrar su camino siguió por la arboleda buscando un buen árbol, creyendo encontrar uno se quedó algún tiempo con aquel arbusto joven, hasta que descubrió que no tenía raíces y que volaba con el viento fuerte, salió de ahí seguida de otras cuatro pequeñas ráfagas de viento que la seguían y que habían nacido en aquel arbusto.¡Que lástima! Me gustaría que te quedaras toda la vida. Dijo el árbol.- Pero me tengo que ir.Diciendo esto, se levantó orgullosa de su vitalidad y belleza y se fue, recorrió caminos polvorientos llenándose de partículas del camino, fue al desierto y las arenas le quemaban, encontró otros árboles y trató de limpiarse con ellos como con aquel árbol, pero en ninguno encontró la paz, la tranquilidad y la suavidad que hallaba en su árbol.Decepcionada pero decidida a encontrar su camino siguió por la arboleda buscando un buen árbol, creyendo encontrar uno se quedó algún tiempo con aquel arbusto joven, hasta que descubrió que no tenía raíces y que volaba con el viento fuerte, salió de ahí seguida de otras cuatro pequeñas ráfagas de viento que la seguían y que habían nacido en aquel arbusto.
Siguió su camino y arrastró a sus pequeñas ráfagas por los zarzales y los pantanos, las arenas del candente desierto y el polvo de los caminos.
De pronto se encontró frente a su árbol viejo y decidida entró a sus ramas, se paseó en ellas, se acarició y se perfumó con sus flores, y se quitó la suciedad y el polvo con sus hojas.
¡Ah! Regresaste. Dijo el árbol.- Si y ahora somos cinco ráfagas de brisa que te venimos a visitar.-
Mejor -dijo el árbol- de ese modo me haces muy feliz, te extrañé tanto... Mi savia salía como lágrimas por las heridas que me produjo tu partida.- ¡OH! Cuánto lo siento, pero no puedo quedarme, tengo que enseñar a mis ráfagas menores a ir a todas partes y esperar a que crezcan... ¿tú lo sabes verdad? Porque de ti han salido otros árboles.- Si, no te detengo, eres una ráfaga de brisa fresca, joven y bella que amo y que extraño, pero que no puedo retener, el viento, la brisa, no se puede detener, así como los hombres no pueden retener en sus manos desnudas el agua.- No quiero ponerte triste, ni hacerte sufrir.- No importa, tu recuerdo me mantendrá de pie, aunque venga un huracán, pensaré en ti y venceré a tus hermanos los vientos huracanados.
OH! Como lo lamento –dijo la brisa mientras besaba sus ramas, sus hojas, sus flores, su tronco y los nuevos tallos que milagrosamente habían brotado- no sé si volveré.
Nuevamente se fue la ráfaga de brisa acompañada de sus pequeñas ráfagas, otra vez a recorrer el campo y la ciudad.
En la ciudad se coló a los restaurantes donde se deleitó con el aroma de comida recién hecha, en las panaderías y los lugares donde fabricaban tortillas donde se embelesó con el olor a harina recién horneada, también se envolvió en las nubes de humo de cigarrillo de los tugurios donde se reunían gentes que se divertían, subió por las chimeneas de las que salió ennegrecida por el hollín del carbón, se contaminó con el escape de los autos, se detuvo en la paz de las iglesias donde soplo muy suavemente en honor a Dios, vagó por todas partes con sus pequeñas ráfagas que iban creciendo.
Aburrida de la ciudad volvió al campo, buscó a su árbol y lo encontró, siguiendo su ritual amoroso volvió a dar de vueltas a su derredor, abrazó su tallo, subió a sus ramas, acarició sus hojas y se deleitó con el perfume de sus flores, acarició suavemente los nuevos tallos y se durmió entre sus ramas.-
Me gusta estar aquí. Dijo la ráfaga de brisa.- A mí me gusta más -le respondió el árbol- siempre te espero, aunque cuando te vas se abre una nueva herida en mi tallo y mi savia brota como lágrimas.- Eso no me gusta –dijo un poco enfadada la ráfaga de viento- yo quiero que seas feliz como yo, cada que regreso.Lo soy, pero no puedo dejar de lamentar no ser una ráfaga de viento para seguirte, pero también, tu me necesitas aquí, soy tu esperanza y tu consuelo, tu refugio cuando me necesitas.- Así es –respondió la ráfaga de brisa- te necesito aquí, donde siempre pueda encontrarte.- Bien –le dijo el árbol- disfrutémonos hoy y no pensemos en el mañana ni en la hora en que tengas que partir.- Muy bien –respondió la ráfaga de brisa con un sonido que era como una alegre y sonora risa- me quedaré un tiempo y disfrutaremos el uno del otro.
Por algún tiempo estuvieron juntos, pero un día tuvo que partir, cuando se iba la ráfaga de brisa el árbol le gritó:¡Te amo!
La ráfaga se detuvo un momento y quedó en suspenso junto a sus ráfagas que la acompañaban siempre, dudó un momento, regresó y recorrió las ramas, las hojas y las flores de su árbol, haciendo un sonido que se parecía a un llanto o a un gemido.-
Yo también –dijo la ráfaga de brisa- de alguna manera te amo, espérame, siempre volveré.
Cuando ya no puedas soplar con fuerza, ni puedas ir de un lugar a otro con facilidad, cuando tus ráfagas que van contigo tomen su camino, te espero –dijo el árbol mientras se abría otra herida en su corteza y manaba savia como lágrimas- ¡Hasta pronto!
La brisa se fue muy quedo, para no lastimar al árbol, a veces corría entre los arbustos ululando, y se escuchaba como un gemido.
Mientras la brisa se mantuvo lejos, en sus correrías por el campo, los caminos, el desierto, los ríos, los pantanos y la Ciudad, llegaron unos leñadores y vieron el árbol.-
Mira -le dijo uno al otro- este árbol viejo servirá para leña.- No –respondió el otro- tiene mucha savia que hasta le brota, por extraño que parezca tiene brotes de nuevas ramas y hasta flores blancas que por cierto son muy hermosas.- Pero hace frío –le dijo su compañero- y no voy a caminar más, derribémoslo y llevemos a la casa la leña que le hace tanta falta a nuestras familias.- Creo que tienes razón –respondió- es un árbol hermoso pero viejo y será útil en nuestro hogar.
Diciendo y haciendo empezaron a clavar las hachas que se llenaban de savia y las ramas crujían, los leñadores no podían entender que el árbol decía: “¡No! Esperen, estoy esperando a mi ráfaga de brisa, ella me necesita”.
Pero ellos no entendían el lenguaje de los árboles y no se detuvieron, esa noche, convertido en leña, el viejo árbol calentó el hogar de los leñadores.
Mientras en el campo, muy cerca de donde estaba el árbol, un manojo de hierbas movía sus ramas al ritmo del viento y su sonido parecía un desgarrador lamento por su amigo el árbol.
Un tiempo después regresó la ráfaga de brisa y buscó desesperada a su árbol, hasta que escuchó el llamado del manojo de hierba.-
¡PST! ¡PST! Ráfaga de brisa –gritó el manojo- aquí abajo, tengo algo que decirte.
Bajó presurosa la ráfaga de brisa y entonces el manojo de hierba le contó la historia de cómo el árbol había sido cortado para dar calor a los hogares de los leñadores.-
Sólo quedaron sus flores que la próxima primavera quizá hagan crecer otro árbol –le dijo- pero pensó en ti todo el tiempo.- ¡Ahhhhhhh!
Rugió la ráfaga entre el matorral, y ambos lloraron la ausencia de su querido árbol. Por más de un año no encontró consuelo la ráfaga de brisa, pero como por costumbre regresaba al lugar donde había estado su querido árbol, al volver vio que muchos retoños crecían en los alrededores de donde había estado su árbol, entonces se consoló un poco y bajó hasta el piso para acariciar los retoños.

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