sábado, 8 de noviembre de 2008

¿Quién?

Por Mario Andrés Aquino López.

Cuenta la mitología griega que el seductor Zeus se enamoró tan ardientemente del jovenGanímedes quele secuestró, le llevó al Olimpo y le convirtió en su amante. También Apolo sucumbió a la belleza de Jacinto, un adolescente mortal, a quien se entregó incondicionalmente. Aquiles y Patroclo fueron más que amigos durante la Guerra de Troya. Se cuentan por decenas las historias mitológicas que giran en torno al amor entre hombres frecuentemente dioses o semidioses y jóvenes efebos que sirven de ejemplo del pensamiento heleno con respecto al amor homosexual masculino, el más perfecto y puro según su cultura.

En la realidad, fueron célebres las relaciones entre Alejandro Magno y Hefestión o entre Platón y varios de sus alumnos.

En Roma, el amor entre el emperador Adriano y Antinoo, o el apodo de Julio César: Hombre de todas las mujeres y mujer de todos los hombres.

Juan Bolea, escritor y periodista al comentar el libro "La coartada de Antínoo" de Manuel Francisco Reyna, recuerda "Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar y acerca de ambos libros, dice: “Ciertamente, la pasión que el emperador Adriano debió experimentar por Antínoo, el joven y hermoso bitinio que compartió su lecho y ganó su corazón, ha pasado a la historia, o a la novela histórica, para ser más exactos, como uno de esos motivos de inspiración crónica; una caricia de la musa”.

Las carreras de cuadrigas y bailar danzas bitinias para el emperador eran las obligaciones de este efebo favorito de Adriano, quien nació en Hispania en el 77 y murió en el 138 a los 61 años de edad.

Cierto que este joven debió hacer enloquecer a Adriano quien luego de la muerte de Antínoo ordenó bustos y estatuas del joven que distribuyó en todo el reino, su muerte ocurrida en el 130 fue misteriosa, pues muere ahogado en el Nilo y aún no sabemos cómo ni por qué.

No conocemos si este atlético individuo tuvo un accidente en la ribera del Nilo o lo asesinaron, ya que su cercanía con el Cesar le atraía muchas envidias.

Pocos especialistas recuerdan que Adriano, quien gobernó de los años 117 al 138, resolvió en su corpus iures, que en los disputas judiciales deberían tenerse en cuenta las opiniones de aquellos que gozaban del ius publice respondendi, que ese cuerpo de leyes era parte de las Constituciones imperiales, compiladas por Justitiano y colocadas por orden cronológico, correspondiendo la primera precisamente al emperador Adriano.

En cambio, es recordado constantemente por su apasionado romance con Antínoo y el capricho de ver su busto o su estatua a lo largo de todo su Imperio.

Este balance de los caprichos imperiales viene a cuento por la reciente muerte de un también joven gallego amigo cercano del actual primer mandatario de la Nación, quien muere no sabemos si en un accidente o no.

La actitud del primer mandatario ante la muerte de su amigo, no puede ser más clara: Le rinde honores de héroe en un lugar reservado para actos militares, se olvida de que hubo otras decenas de muertos entre ellos muchos funcionarios públicos y le rinde tributo a su amigo a quien acompaña lloroso hasta la tumba.

Esperamos solamente que ordene a quien corresponda que se levanten monumentos, plazas y calles en su honor, que se coloque una placa con su nombre en oro a la mitad de Paseo de la Reforma y que se recuerde cada año su muerte con los honores de ordenanza.

Al fin ¿Qué tan lejos está el verdadero imperio de este imperio de opereta? ¿Quién le va a decir que no lo haga? ¿Quién le dirá que es un ultraje al honor patrio, a su investidura y al pueblo?

¿Quién?

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